Para este año tenemos en mente y en papel el más ambicioso proyecto de reforestación del Rancho Los Amigos. Si bien cada año, siguiendo el ejemplo iniciado por Juan Vega hace más de 12 años, nos esforzamos por reforestar nuevas partes del rancho, esta vez queremos consolidar una restauración ecológica, trabajando con especies nativas mexicanas.
Es un hecho que la reforestación no es la solución para la multitud de problemas ambientales que nos aquejan, pero es sin duda una de las acciones que sirven como parte del "tratamiento" que necesita nuestra madre tierra para recuperarse. Hoy, Dia Internacional del Medio Ambiente, aquí en Catemaco ha habido una marcha simbólica, con Damas Naturaleza vestidas con Ropajes hechos de bolsas de papas recicladas. He visto, entre la multitud de carteles que se desplegaron en la plaza, uno que decía: Madre Naturaleza, Señorita Reciclaje. ¡Cuántas cosas tiramos, cuánto desperdicio hacemos, nomas por que sí! Sin duda hay un camino muy largo por recorrer. A veces he pensado, no basta con tirar la basura en su lugar, es necesario NO HACER BASURA. Estamos tan acostumbrados a llenarnos de bolsas de plástico, trípticos de papel, un ejército de etcéteras que no hacen más que acumular polvo y HACER BASURA.
Es curioso, pero los problemas no son entidades aisladas que llegan derrepente a hacernos la vida complicada, normalmente son efecto, producto de actitudes o hábitos. Me viene en mente el vestido de la Señorita reciclaje, hecho de bolsitas; era una muchacha de secundaria, ¿cuántos chamac@s no son los principales consumidores de esas calorías vacías encerradas en basura?
En fin, me he desviado algo del tópico, pero ha sido para dar pie a un intercambio de ideas, aprovechando que hoy es el día Del Medio Ambiente.
¿Qué opinan?
martes, 5 de junio de 2007
martes, 15 de mayo de 2007
LA TEMPERATURA DE GAIA
(está subiendo...)
Gaia es el nombre griego de la gran Diosa madre de las criaturas, la Tierra. En esta sección queremos hacer conciencia de lo que le estamos haciendo, este grano de arena va a entrar en sus ojos y espera que la comezón que provoque mueva acciones, pensamientos, ideas.
Una de los temas que más nos debe importar, por complejo, por dramático y porque nos involucra a todos, es el temido ECOCIDIO. Antes de hacer una dolorosa pero necesaria introducción al término, que empieza a escucharse y a leerse de manera cotidiana, he aquí un fragmento del bello “Himno a la Tierra”, poesía hindú que se encuentra en uno de los textos más antiguos de esa tradición: el Atharva Veda, o Libro de las Fórmulas Mágicas o Ensalmos:
¡Procreadora universal! ¡Madre de las plantas!
Tierra firme, tierra ancha,
que podamos siempre caminar sobre ella,
benéfica y acogedora.
Para definir el término ecocido hay que pensar en extición en masa de especies. Hay que saber que han sucedido extinciones previas a la que sucede ahora mismo, a diferencia que ahora nosotros como seres humanos la estamos provocando. Uno fácilmente puede dudar de tal cosa y preguntarse ¿cómo puede ser que estemos provocando una extinción en masa de especies? La tecnología y la modernización de nuestras vidas ha hecho a las ciudades más eficientes, sí se talan árboles y se matan animales, eso ha sido siempre. ¿Qué puede ser tan malo?
Lo malo es que desaparecen especies de animales y plantas, se les empieza a decir extintas, y esto significa PARA SIEMPRE. La extinción tiene repercusiones a corto, mediano y largo plazo que no se han podido mesurar en su totalidad, pero los panoramas son siempre desalentadores: escasez de recursos significa más hambre, más sed, más calor, más enfermedades, más pobreza. Tal extinción es de fondo, porque es común, tan común como ir de cacería; es continua (en Brasil, desaparecen cuatro especies por día) y es gradual (va en aumento). Lo peor de todo es que en realidad es catastrófica en todo lo espeluznante que pueda ser esta palabra, porque suceden cambios terribles en los ecosistemas y estos sistemas han sido, son y serán el planeta en general. Esto quiere decir que no solamente pueden acontecer esos terribles desastres naturales que ya hemos visto provocados por las furias de tormentas y huracanes, sino que el ligero equilibrio de la vida, el futuro de la humanidad, está en peligro, en verdad.
Hay que pensarlo, hay que saber que esto se debe a que hemos transformado el ambiente, para mal. Los ciclos biológicos y químicos del planeta han cambiado, el cambio climático, o aumento paulatino de las temperaturas año con año nos sorprende y la erosión de los suelos, son algunas de las cosas que han modificado demasiado, en muy poco tiempo, el rostro del planeta.
Dejemos de pensar que esta carrera tecnológica nos va a llevar a habitar otros planetas o subestaciones en el espacio. Aceptémoslo, hemos enfermado a Gaia, hay que HACER algo.
Siempre hay algo que nos ayuda a pasar el trago amargo, como separar la basura y hacer composta. Estaremos haciendo suelo para el futuro y fomentando un cambio de actitud permanente. Recuerden que no basta con tirar la basura, hay que procurar NO HACERLA.
Gaia es el nombre griego de la gran Diosa madre de las criaturas, la Tierra. En esta sección queremos hacer conciencia de lo que le estamos haciendo, este grano de arena va a entrar en sus ojos y espera que la comezón que provoque mueva acciones, pensamientos, ideas.
Una de los temas que más nos debe importar, por complejo, por dramático y porque nos involucra a todos, es el temido ECOCIDIO. Antes de hacer una dolorosa pero necesaria introducción al término, que empieza a escucharse y a leerse de manera cotidiana, he aquí un fragmento del bello “Himno a la Tierra”, poesía hindú que se encuentra en uno de los textos más antiguos de esa tradición: el Atharva Veda, o Libro de las Fórmulas Mágicas o Ensalmos:
¡Procreadora universal! ¡Madre de las plantas!
Tierra firme, tierra ancha,
que podamos siempre caminar sobre ella,
benéfica y acogedora.
Para definir el término ecocido hay que pensar en extición en masa de especies. Hay que saber que han sucedido extinciones previas a la que sucede ahora mismo, a diferencia que ahora nosotros como seres humanos la estamos provocando. Uno fácilmente puede dudar de tal cosa y preguntarse ¿cómo puede ser que estemos provocando una extinción en masa de especies? La tecnología y la modernización de nuestras vidas ha hecho a las ciudades más eficientes, sí se talan árboles y se matan animales, eso ha sido siempre. ¿Qué puede ser tan malo?
Lo malo es que desaparecen especies de animales y plantas, se les empieza a decir extintas, y esto significa PARA SIEMPRE. La extinción tiene repercusiones a corto, mediano y largo plazo que no se han podido mesurar en su totalidad, pero los panoramas son siempre desalentadores: escasez de recursos significa más hambre, más sed, más calor, más enfermedades, más pobreza. Tal extinción es de fondo, porque es común, tan común como ir de cacería; es continua (en Brasil, desaparecen cuatro especies por día) y es gradual (va en aumento). Lo peor de todo es que en realidad es catastrófica en todo lo espeluznante que pueda ser esta palabra, porque suceden cambios terribles en los ecosistemas y estos sistemas han sido, son y serán el planeta en general. Esto quiere decir que no solamente pueden acontecer esos terribles desastres naturales que ya hemos visto provocados por las furias de tormentas y huracanes, sino que el ligero equilibrio de la vida, el futuro de la humanidad, está en peligro, en verdad.
Hay que pensarlo, hay que saber que esto se debe a que hemos transformado el ambiente, para mal. Los ciclos biológicos y químicos del planeta han cambiado, el cambio climático, o aumento paulatino de las temperaturas año con año nos sorprende y la erosión de los suelos, son algunas de las cosas que han modificado demasiado, en muy poco tiempo, el rostro del planeta.
Dejemos de pensar que esta carrera tecnológica nos va a llevar a habitar otros planetas o subestaciones en el espacio. Aceptémoslo, hemos enfermado a Gaia, hay que HACER algo.
Siempre hay algo que nos ayuda a pasar el trago amargo, como separar la basura y hacer composta. Estaremos haciendo suelo para el futuro y fomentando un cambio de actitud permanente. Recuerden que no basta con tirar la basura, hay que procurar NO HACERLA.
LA PANZA ES PRIMERO
Este dicho popular ha encajado perfectamente como encabezado para esta sección: muy pocas veces nos detenemos a pensar de donde viene todo lo que tenemos en el plato. Hay veces en las que resultaría mejor no enterarse, para evitarse el malestar. Sin embargo creemos que se está dando una transformación en la manera de pensar al respecto, y de comer. Hemos visto surgir movimientos como el de Slow Food, que empezó en Italia para revindicar los modos tradicionales de preparación de comida sobre la inmediatez de la “fast food”.
En este número inicial, queremos participar en la polémica que se ha soltado en torno al maíz. Nuestro comentario opina sobre lo que muchos quieren ver surgir como solución, pero que otros creemos sería jugar peligrosamente a la ruleta rusa (con más de dos balas en el carrusel): sembrar maíz transgénico.
LA RESPUESTA ES LA REVOLUCIÓN VERDE
(o el transgénico)
MITO: Las semillas milagrosas (o transgénicas) aumentan el rendimiento de los cereales y por lo tanto son la clave para eliminar el hambre en el mundo. En nuestro caso, el incremento al precio de la tortilla. Ay madre, ¡que ricos tacos!
REALIDAD: Las semillas milagrosas son sólo una parte del paquete tecnológico de insumos que, junto con los fertilizantes y plaguicidas petroquímicos y el riego controlado, marcaron un avance sorprendente en los rendimientos de los cultivos. Fue así de significativo que se nombró este avance en los años sesentas con el término de Revolución Verde. Lo que en realidad sucede es una conversión más eficiente de los insumos químicos en alimento, o lo que es lo mismo: pueden cosecharse mazorcas y pimientos gigantes, siempre y cuando uses semillas de laboratorio, alimentadas y protegidas con químicos de laboratorio. Si bien la Revolución Verde en verdad provee más alimento, no soluciona el problema de la distribución altamente concentrada del poder económico, esto es: el campesino promedio no tiene acceso a los avances tecnológicos, o bien, las producciones masivas de alimento no van directamente a las bocas y estómagos, van primero a engordar los bolsillos de los especuladores.
Independientemente de que se enriquezcan unos cuantos con la especulación del grano, el serio problema está en jugar con la genética, creer que los avances tecnológicos en plaguicidas, herbicidas, fertilizantes y semillas son la mejor manera para conseguir alimentos. El verdadero riesgo es que estos avances tecnológicos acaben por destruir los recursos básicos de los cuales depende la agricultura desde que existe como tal: la semilla, el suelo, el agua.
Si no hay suficiente dinero para comprar comida, ¿de que sirve producir más? La mayoría de la comida que se produce con la tecnología de la Revolución Verde se exporta o bien se guarda en los graneros del Estado, se utiliza para estabilizar o especular con el precio de los granos, acciones que siempre dejan a los más hambrientos, con más hambre.
La producción agrícola de este tipo solo llega a ser “rentable” cuando se trabajan grandes volúmenes. Las granjas industriales, que son las que producen la mayoría de granos y hortalizas que se consumen en el mercado, pueden manejar los costos que implica la compra del “paquete tecnológico” de la Revolución Verde: semillas, pero sobre todo plaguicidas y fertilizantes. La compra de estos insumos hace entrar al agricultor y a los consumidores finales en una dinámica en donde la química de laboratorio juega un papel importante, pero más peligroso es que TODO EL CICLO NATURAL se ve involucrado en el proceso. Historias abundan: el riego metódico de plaguicidas y fertilizantes, si bien puede eliminar en su momento la plaga o la maleza, a la larga está alterando la dinámica ecológica.
Para ilustrar los pormenores del largo e invisible proceso he aquí un ejemplo: Don Señor agricultor que vive en los Tuxtlas va a sembrar la milpa de este año, a la par del maíz va a sembrar fríjol y calabaza, lo de siempre. Como ya se ha vuelto costumbre desde que a su compadre le funcionó, va a la tienda de insumos agrícolas y compra primero el herbicida. Estos herbicidas están hechos por Monsanto, Dowjones y otras compañías, que si bien pueden tener sus fabricas en México, la mayor parte del dinero se va a ir del país, esto es: de los 85 pesos que pague Don Señor agricultor por el herbicida, 60 se van al edificio central que se encuentra en una metropolis estadounidense. Esto pasa con el dinero sin que Don Señor se dé cuenta, el va a matar el “monte”. Llega pues a su terreno, va por la bomba que compró con el dinero que le envió su cuñado desde California, la llena en la proporción indicada y rocía todo lo necesario. Mientras está regando todo el líquido, con ese olor particular, adquiere la certeza de que el “monte” va a desaparecer. Eventualmente, con el paso de algunos días, el monte se quema. Ya no tendrá que sudar para “chapear” con el machete toda la hierba para luego limpiar con azadón. Lo que Don Señor agricultor no sabe, difícil para muchos darse cuenta, es que ese químico que ha quemado el “monte” actúa directamente sobre la estructura genética de la planta. La planta, como todo lo demás que es verde bajo el sol, tiene una vitalidad desde que está sobre la tierra que la empuja a volver a nacer cada temporada, ya sea que la quemen con herbicida, la corten, la arranquen. Con el herbicida, a diferencia de los métodos tradicionales, existe el riesgo de que se haya una “fuga” de los genes resistentes al herbicida hacia plantas “parientes” salvajes, con la posibilidad de que se creen “super malezas” resistentes a todo control. Esto no es ningún cuento chino, el año pasado, hubo una incidencia de la curiosa planta aquí llamada “dormilona” (planta que cierra sus hojas al tocarlas, pero que posee unas espinas...). Este tipo de fenómenos se reflejan en los aumentos de compras de herbicidas, se entra en una espiral donde hay que comprar más instrumentos de control de malezas. Pensemos, sin embargo, que Don Señor “terminó” con el problema de la maleza, por ahora, y le queda una parcela “limpia” para sembrar. Ahora hay que poner la semilla. Estudios abundan, en los que se habla de “contaminación” de las variedades “criollas” de maíz con genes de semillas transgénicas. Las variedades tradicionales del maíz son resultado de años de trabajo, algunos miles, de selección y mejoramiento paulatino de semillas. Las sequías, las plagas y demás eventualidades de la naturaleza han dotado a cada semilla de características especiales, recordemos que son “totipotenciales”. Los laboratorios proveen soluciones desde su punto de vista, esto es, desde las probetas y los matraces, y por supuesto que buscan retribuciones en efectivo por cada cristal roto.
Para no alargar el cuento, Don Señor agricultor logró sembrar su semilla criolla, la regó y agregó abono de vaca a las 5 semanas. Cosechó maíz y cuitlacoche. ¡Qué bueno que no regó plaguicida! ¡Sólo hubiera hecho más fuerte a la siguiente generación de conchillas que le atacan su fríjol!
En este número inicial, queremos participar en la polémica que se ha soltado en torno al maíz. Nuestro comentario opina sobre lo que muchos quieren ver surgir como solución, pero que otros creemos sería jugar peligrosamente a la ruleta rusa (con más de dos balas en el carrusel): sembrar maíz transgénico.
LA RESPUESTA ES LA REVOLUCIÓN VERDE
(o el transgénico)
MITO: Las semillas milagrosas (o transgénicas) aumentan el rendimiento de los cereales y por lo tanto son la clave para eliminar el hambre en el mundo. En nuestro caso, el incremento al precio de la tortilla. Ay madre, ¡que ricos tacos!
REALIDAD: Las semillas milagrosas son sólo una parte del paquete tecnológico de insumos que, junto con los fertilizantes y plaguicidas petroquímicos y el riego controlado, marcaron un avance sorprendente en los rendimientos de los cultivos. Fue así de significativo que se nombró este avance en los años sesentas con el término de Revolución Verde. Lo que en realidad sucede es una conversión más eficiente de los insumos químicos en alimento, o lo que es lo mismo: pueden cosecharse mazorcas y pimientos gigantes, siempre y cuando uses semillas de laboratorio, alimentadas y protegidas con químicos de laboratorio. Si bien la Revolución Verde en verdad provee más alimento, no soluciona el problema de la distribución altamente concentrada del poder económico, esto es: el campesino promedio no tiene acceso a los avances tecnológicos, o bien, las producciones masivas de alimento no van directamente a las bocas y estómagos, van primero a engordar los bolsillos de los especuladores.
Independientemente de que se enriquezcan unos cuantos con la especulación del grano, el serio problema está en jugar con la genética, creer que los avances tecnológicos en plaguicidas, herbicidas, fertilizantes y semillas son la mejor manera para conseguir alimentos. El verdadero riesgo es que estos avances tecnológicos acaben por destruir los recursos básicos de los cuales depende la agricultura desde que existe como tal: la semilla, el suelo, el agua.
Si no hay suficiente dinero para comprar comida, ¿de que sirve producir más? La mayoría de la comida que se produce con la tecnología de la Revolución Verde se exporta o bien se guarda en los graneros del Estado, se utiliza para estabilizar o especular con el precio de los granos, acciones que siempre dejan a los más hambrientos, con más hambre.
La producción agrícola de este tipo solo llega a ser “rentable” cuando se trabajan grandes volúmenes. Las granjas industriales, que son las que producen la mayoría de granos y hortalizas que se consumen en el mercado, pueden manejar los costos que implica la compra del “paquete tecnológico” de la Revolución Verde: semillas, pero sobre todo plaguicidas y fertilizantes. La compra de estos insumos hace entrar al agricultor y a los consumidores finales en una dinámica en donde la química de laboratorio juega un papel importante, pero más peligroso es que TODO EL CICLO NATURAL se ve involucrado en el proceso. Historias abundan: el riego metódico de plaguicidas y fertilizantes, si bien puede eliminar en su momento la plaga o la maleza, a la larga está alterando la dinámica ecológica.
Para ilustrar los pormenores del largo e invisible proceso he aquí un ejemplo: Don Señor agricultor que vive en los Tuxtlas va a sembrar la milpa de este año, a la par del maíz va a sembrar fríjol y calabaza, lo de siempre. Como ya se ha vuelto costumbre desde que a su compadre le funcionó, va a la tienda de insumos agrícolas y compra primero el herbicida. Estos herbicidas están hechos por Monsanto, Dowjones y otras compañías, que si bien pueden tener sus fabricas en México, la mayor parte del dinero se va a ir del país, esto es: de los 85 pesos que pague Don Señor agricultor por el herbicida, 60 se van al edificio central que se encuentra en una metropolis estadounidense. Esto pasa con el dinero sin que Don Señor se dé cuenta, el va a matar el “monte”. Llega pues a su terreno, va por la bomba que compró con el dinero que le envió su cuñado desde California, la llena en la proporción indicada y rocía todo lo necesario. Mientras está regando todo el líquido, con ese olor particular, adquiere la certeza de que el “monte” va a desaparecer. Eventualmente, con el paso de algunos días, el monte se quema. Ya no tendrá que sudar para “chapear” con el machete toda la hierba para luego limpiar con azadón. Lo que Don Señor agricultor no sabe, difícil para muchos darse cuenta, es que ese químico que ha quemado el “monte” actúa directamente sobre la estructura genética de la planta. La planta, como todo lo demás que es verde bajo el sol, tiene una vitalidad desde que está sobre la tierra que la empuja a volver a nacer cada temporada, ya sea que la quemen con herbicida, la corten, la arranquen. Con el herbicida, a diferencia de los métodos tradicionales, existe el riesgo de que se haya una “fuga” de los genes resistentes al herbicida hacia plantas “parientes” salvajes, con la posibilidad de que se creen “super malezas” resistentes a todo control. Esto no es ningún cuento chino, el año pasado, hubo una incidencia de la curiosa planta aquí llamada “dormilona” (planta que cierra sus hojas al tocarlas, pero que posee unas espinas...). Este tipo de fenómenos se reflejan en los aumentos de compras de herbicidas, se entra en una espiral donde hay que comprar más instrumentos de control de malezas. Pensemos, sin embargo, que Don Señor “terminó” con el problema de la maleza, por ahora, y le queda una parcela “limpia” para sembrar. Ahora hay que poner la semilla. Estudios abundan, en los que se habla de “contaminación” de las variedades “criollas” de maíz con genes de semillas transgénicas. Las variedades tradicionales del maíz son resultado de años de trabajo, algunos miles, de selección y mejoramiento paulatino de semillas. Las sequías, las plagas y demás eventualidades de la naturaleza han dotado a cada semilla de características especiales, recordemos que son “totipotenciales”. Los laboratorios proveen soluciones desde su punto de vista, esto es, desde las probetas y los matraces, y por supuesto que buscan retribuciones en efectivo por cada cristal roto.
Para no alargar el cuento, Don Señor agricultor logró sembrar su semilla criolla, la regó y agregó abono de vaca a las 5 semanas. Cosechó maíz y cuitlacoche. ¡Qué bueno que no regó plaguicida! ¡Sólo hubiera hecho más fuerte a la siguiente generación de conchillas que le atacan su fríjol!
PENSANDO VERDE
La siguiente es una reflexión de Wangari Maathai. Ella es fundadora del Movimiento Cinturón Verde, una organización que promueve la plantación de árboles en África. Recibió el premio Nóbel de la Paz en el 2004.
Cuando yo era niña, me impresionaba una enorme higuera que había cerca de nuestra casa. Mi madre me había dicho que no se podían cortar o quemar las higueras porque se usaban para ceremonias religiosas. Yo tenía prohibido hasta recoger ramas muertas de aquel árbol. Hoy ese árbol no existe. Cuando en mi región se introdujeron las plantaciones de té con vistas a obtener de ellas unos rápidos ingresos, aquella enorme higuera fue talada y quemada para dar lugar a las plantas de té.
No lejos de ese árbol estaba el nacimiento de un arroyo, al que yo iba a buscar agua para mi madre. Me fascinaba la forma en que el agua pura y fría se abría camino a través de la blanda y roja arcilla, tan suavemente que ni siquiera los diminutos granos del suelo se veían perturbados. El agua fluía después serpenteando entre los tallos verdes de un pequeño bosque de tubérculos tropicales. Las hojas de estas plantas son muy anchas, de un hermoso color verde. Yo cortaba a veces una de esas hojas para llevar en ella agua. Eran tan limpias y satinadas que el agua danzaba sobre ellas como una gran bola de plata. Me encantaba la pureza y frescor del agua.
Cuando la higuera fue talada, el arroyo se secó y las plantas de anchas hojas fueron sustituidas por las plantas de té. Mis hijos nunca verán la enorme higuera, ni el pequeño bosque de tubérculos. Nunca han visto la fuente de una corriente de agua. Cuando visito este pequeño valle de los sueños de mi infancia, siento que la tragedia se abate sobre la tierra que pisan mis pies. Contemplo barrancas que me hablan de a erosión de los suelos, antes desconocida; los campos parecen exhaustos, lo único que importa es cuántas hojas de té se pueden arrancar de manera que el país gane más divisas. En las caras de los habitantes locales se trasluce el hambre. La leña en más escasa, porque se han cortado todos los árboles, incluso los que estaba prohibido cortar. A los que se benefician con las ventas de té, que son una minoría, sólo les preocupa el hoy; hacen todo lo posible para aumentar la producción y los ingresos que reciben a expensas del mañana.
Hay muchas formas en las que el medio ambiente puede ser rehabilitado y sostenido. Individuos, compañías y organizaciones pueden plantar árboles, así como proteger las selvas y bosques remanentes. Pueden evitar la erosión de los suelos a través de técnicas simples como diques, barreras vivas, captadores de agua de lluvia, proteger mantos acuíferos y riberas. Pueden también reciclar, reducir sus desperdicios y su consumo de combustible fósil.
Cuando yo era niña, me impresionaba una enorme higuera que había cerca de nuestra casa. Mi madre me había dicho que no se podían cortar o quemar las higueras porque se usaban para ceremonias religiosas. Yo tenía prohibido hasta recoger ramas muertas de aquel árbol. Hoy ese árbol no existe. Cuando en mi región se introdujeron las plantaciones de té con vistas a obtener de ellas unos rápidos ingresos, aquella enorme higuera fue talada y quemada para dar lugar a las plantas de té.
No lejos de ese árbol estaba el nacimiento de un arroyo, al que yo iba a buscar agua para mi madre. Me fascinaba la forma en que el agua pura y fría se abría camino a través de la blanda y roja arcilla, tan suavemente que ni siquiera los diminutos granos del suelo se veían perturbados. El agua fluía después serpenteando entre los tallos verdes de un pequeño bosque de tubérculos tropicales. Las hojas de estas plantas son muy anchas, de un hermoso color verde. Yo cortaba a veces una de esas hojas para llevar en ella agua. Eran tan limpias y satinadas que el agua danzaba sobre ellas como una gran bola de plata. Me encantaba la pureza y frescor del agua.
Cuando la higuera fue talada, el arroyo se secó y las plantas de anchas hojas fueron sustituidas por las plantas de té. Mis hijos nunca verán la enorme higuera, ni el pequeño bosque de tubérculos. Nunca han visto la fuente de una corriente de agua. Cuando visito este pequeño valle de los sueños de mi infancia, siento que la tragedia se abate sobre la tierra que pisan mis pies. Contemplo barrancas que me hablan de a erosión de los suelos, antes desconocida; los campos parecen exhaustos, lo único que importa es cuántas hojas de té se pueden arrancar de manera que el país gane más divisas. En las caras de los habitantes locales se trasluce el hambre. La leña en más escasa, porque se han cortado todos los árboles, incluso los que estaba prohibido cortar. A los que se benefician con las ventas de té, que son una minoría, sólo les preocupa el hoy; hacen todo lo posible para aumentar la producción y los ingresos que reciben a expensas del mañana.
Hay muchas formas en las que el medio ambiente puede ser rehabilitado y sostenido. Individuos, compañías y organizaciones pueden plantar árboles, así como proteger las selvas y bosques remanentes. Pueden evitar la erosión de los suelos a través de técnicas simples como diques, barreras vivas, captadores de agua de lluvia, proteger mantos acuíferos y riberas. Pueden también reciclar, reducir sus desperdicios y su consumo de combustible fósil.
EDITORIAL
¡HOLA A TOD@S!
Hemos decidido compartir este pequeño boletín informático con todos ustedes, visitantes y amigos. Nuestra intención es crear un espacio de información, retroalimentación y opinión con todos ustedes. Este proyecto espera crecer paulatinamente, con el riego contínuo de cada una de secciones y sus comentarios.
Queremos tener algunas secciones permanentes, estamos empezando con un par de editoriales que buscan crear espacios de discusión en torno a temas de educación ambiental, alimentación, recursos naturales. He ahí la sección “La panza es primero”, que pretenderá abarcar tópicos referentes a la vasta tradición culinaria nacional, desde ricas recetas hasta seguridad alimentaria; la sección “La Temperatura de Gaia”, por su parte, quiere difundir información sobre la penosa convalecencia de nuestro planeta tierra, situación en la que todos tenemos algo que ver y forzosamente, algo que HACER.
Sin más que agregar, esperamos que gusten de la lectura de este boletín trimestral y recuerden que lo hemos creado para compartir. Son recibidas sus críticas, noticias, fotografías, comentarios y demás adiciones que sientan ganas de aportar.
Atte.
El Equipo Editorial
Hemos decidido compartir este pequeño boletín informático con todos ustedes, visitantes y amigos. Nuestra intención es crear un espacio de información, retroalimentación y opinión con todos ustedes. Este proyecto espera crecer paulatinamente, con el riego contínuo de cada una de secciones y sus comentarios.
Queremos tener algunas secciones permanentes, estamos empezando con un par de editoriales que buscan crear espacios de discusión en torno a temas de educación ambiental, alimentación, recursos naturales. He ahí la sección “La panza es primero”, que pretenderá abarcar tópicos referentes a la vasta tradición culinaria nacional, desde ricas recetas hasta seguridad alimentaria; la sección “La Temperatura de Gaia”, por su parte, quiere difundir información sobre la penosa convalecencia de nuestro planeta tierra, situación en la que todos tenemos algo que ver y forzosamente, algo que HACER.
Sin más que agregar, esperamos que gusten de la lectura de este boletín trimestral y recuerden que lo hemos creado para compartir. Son recibidas sus críticas, noticias, fotografías, comentarios y demás adiciones que sientan ganas de aportar.
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