viernes, 4 de junio de 2010

Biodiversidad Agroalimentaria


La biodiversidad agrícola es la herencia que nos han dejado los millones de campesinos que han trabajado la tierra desde que el hombre cazador-recolector cambió sus flechas por azadones y palos sembradores. Es el fruto de la selección de las mejores especies por sus deliciosos frutos, por sus grandiosas semillas, por sus múltilpes usos, por los valores nutricionales de los alimentos. La vía campesina ha sido la vía de la paz, donde se ha buscado la integración no solamente de los elementos de la naturaleza: tierra, agua, aire, y el fuego alimenticio del Sol, sino también la actitud generosa de intercambiar semillas, de compartir; la alegría del trabajo colectivo en el espacio abierto, el milagro de la germinación, del crecimiento y la maduración en un ciclo que regresa a la tierra para repetirse.

Existen muchas representaciones simbólicas de esta alegría, del sentido de pertenencia a este ciclo natural. Una de ellas, muy sencilla y representativa es la figura de Kokopelli, flautista mitológico de los indios Hopi (indígenas de la zona de Aridoamérica, posiblemente emparentados con los pueblos nahuas que migraron al centro de México y fundaron la gran México-Tenochtitlan). Kokopelli es un flautista travieso que trae las canciones que cantan el cambio de invierno a primavera, trae las lluvias, la curación natural, la fertilidad y las semillas. Los mitos no son "grandes mentiras" sino los símbolos más poderosos de nuestro ser consciente (e inconsciente también), que vienen a llenar de sentido las acciones, los rituales y los momentos de la vida. Hoy en día hemos elaborado nuestros propios mitos: el "libre mercado", la "copa del mundo", la "bolsa de valores", el "primer mundo". Son nuestros referentes actuales y con base en ellos elaboramos nuestra imagen del mundo, de la realidad.

Hoy en día la gran biodiversidad agroalimentaria se encuentra amenazada por varios factores, o varios frentes, pues la negligencia y la agresión contra comunidades campesinas es patente y de violencia mayor. Uno de ellos es el afán por generalizar la siembra de organismos genéticamente modificados en grandes monocultivos para asegurar el abasto en manos de unos pocos especuladores: algo totalmente inverso a la tradición campesina de compartir. "La soya mata" anuncia un libro en contra de este tipo de cultivos masivos: destruye comunidades (pues de vivir de agricultura de subsistencia, precaria sí, pero independiente, los convierte en esclavos de plantaciones, o les da pingües indemnizaciones por los terrenos expropiados, orillándolos a vivir en los barrios de pobreza de las ciudades), concentra las utilidades en pocas manos, acaba con ecosistemas completos (agua, tierra, especies nativas de animales y plantas) y juega con la información más importante y de la que apenas estamos contemplando la punta del iceberg: la genética.

Ecosocialismo o barbarismo, no hay tercera vía, anuncia un sitio interesante en la web. Los bárbaros actuales también queman poblados enteros e imponen su cultura, solo que lo hacen dirigiendo estas actividades desde un escritorio, con el poder de un decreto, con un ejercito de mercenarios modernos que siembran violencia y cosechan odio. Ante este panorama: ¿qué se puede hacer? Uno puede vivir en la ciudad y tener acción congruente con la crítica a este barbarismo actual: el evitar consumir productos elaborados con organismos genéticamente modificados es una acción importante. Es cada vez más fácil estar bien informado y está formándose un movimiento importante en México de agricultura urbana y de toma de consciencia de las semillas y plantas nativa que México ha dado al mundo: tomate, maíz, chile, amaranto, vainilla, cacao, por mencionar a las más importantes. Consumir estos productos provenientes de productores pequeños es una apuesta por la biodiversidad alimentaria. Siempre hay alternativas a WalMart, son más pequeñas y más humanas y aunque puede que no encuentres "todo lo que buscabas" en una tienda, al consumir en locales independientes haces que el dinero circule de manera más justa. El afán ha de ser acercarse lo más posible al productor (aunque sea a través del distribuidor) para preguntar de dónde viene la comida.

Somos lo que comemos. Lo que comemos está en riesgo de desaparecer y ser sustituido por ingeniería de laboratorio. De continuar esta tendencia pronto seremos creados en laboratorio, en serie... ¿existirá la libertad de pensar, de actuar, de decidir, en un mundo así?

A todos aquellos que se sienten capaces de expresar su voluntad y su derecho a una mejor alimentación (soberanía alimentaria, el derecho de elegir lo que comemos) los invitamos al curso de Diseño en Permacultura "Selva Comestible" a realizarse del 21 al 25 de junio en Rancho Los Amigos.

Contactanos en:
informes@losamigos.com.mx

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